Mostrando postagens com marcador Frederik Pohl. Mostrar todas as postagens
Mostrando postagens com marcador Frederik Pohl. Mostrar todas as postagens

O Pós-humano de Frederik Pohl ilustrado por Chris Moore

Pregação dominical: O Pós-humano

A ideia é de que no futuro distante, a vida em outros planetas como em Marte, não será mais feita por pessoas utilizando roupas espacias, mas sim, a humanidade adotará mudanças genéticas e próteses biomecânicas para a colonização planetária. 

O exemplo da imagem é de um pós-humano em Marte.  

Ilustração de Chris Moore para a capa do livro 'Man Plus' de FREDERIK POHL de 1976 



Cordwainer Smith Y La Ciencia Ficción

CORDWAINER SMITH Y LA CIENCIA FICCIÓN


Hace treinta años publiqué un cuento en una revista llamada Fantasy Book. En realidad era sólo medio cuento (se trataba de una colaboración con Isaac Asimov, titulada Little Man on the Subway), y en realidad Fantasy Book era sólo media revista, ya que no duró demasiado ni llegó a un vasto público. Ni siquiera a mí me habría llegado de no haber sido un colaborador, o medio colaborador. Pero, qué diablos, contenía algunos cuentos buenos, y el mejor era uno titulado "Los observadores viven en vano", de un autor llamado Cordwainer Smith.

¿Cordwainer Smith? ¡Un cuerno! Enseguida me pregunté quién se escondía detrás de ese nombre. Henry Kuttner jugaba al escondite con los pseudónimos en aquella época, y también Roben A. Heinlein. Y la excelencia y la originalidad de "Los observadores viven en vano" eran dignas de cualquiera de los dos. Pero no seguía el estilo, o ninguno de los estilos, que yo asociaba con ellos. Además, lo negaron. ¿Theodore Sturgeon? ¿A. E. van Vogt? No, tampoco. Entonces, ¿quién?

No parecía probable que fuera un novato. Al margen del esquivo pseudónimo, había en «Observadores» demasiados matices, innovaciones y conceptos estimulantes como para que yo creyera por un segundo que no se trataba de la creación de un maestro de la ciencia ficción. No sólo era bueno. Era el trabajo de un experto. Ni siquiera los escritores excelentes lo son tanto en los primeros relatos.

Poco después firmé un contrato para publicar una antología de ciencia ficción con una sucursal de Doubleday que se titularía Beyond the End of Time. Esto me agradaba, entre otras cosas porque me daría la oportunidad de presentar Los observadores viven en vano a un público cien veces mayor que el de Fantasy Book. Y había una importante ventaja marginal: alguien tendría que firmar la autorización para publicar el cuento, y entonces le echaría el guante.

Pero no ocurrió así. La autorización vino firmada por Forrest J. Ackerman, como agente literario de Cordwainer Smith. Por un breve y frenético período creí que el mismo Forrest había escrito el cuento, pero él me aseguró que no. Y así quedaron las cosas. Transcurrió casi una década. Hasta que llegó el momento en que yo seleccionaba material para Galaxy y sonó mi teléfono. «¿Señor Pohl? —dijo el hombre del otro lado—. Soy Paul Linebarger.»

Dije «Aja» con un tono cuyo sentido él captó de inmediato como; ¿Y quién cuernos es Paul Linebarger? Se apresuró a añadir: «Escribo bajo el seudónimo de Cordwainer Smith.»

¿Quién es, pues, Paul Linebarger?

Permitan ustedes que les cuente una historia. Hace un par de años yo estaba viajando por Europa oriental como representante del Departamento de Estado de Estados Unidos, hablando de ciencia ficción a públicos integrados por polacos, macedonios y georgianos soviéticos, entre otros. La ciencia ficción norteamericana merece una gran aceptación en casi todo el mundo, incluida esa región. A mí me recibieron con cordial hospitalidad, al menos los europeos orientales; y a menudo, aunque no siempre, también los diplomáticos norteamericanos, que tenían la misión de mantenerme ocupado y alejado de posibles enredos. Lo peor de todo fue una cena en una embajada, en un país cuyo embajador estadounidense era un envarado tipo de la vieja escuela, que nunca había leído ciencia ficción ni se proponía leerla, y estaba visiblemente disgustado por la maligna jugarreta del destino que lo había obligado a charlar con una persona que se ganaba la vida escribiendo esa bazofia. No se ablandó hasta que llegamos al café y surgió el nombre de Cordwainer Smith. Yo mencioné su verdadero nombre. El embajador casi soltó la copa: «¿El doctor Paul Linebarger? ¿El profesor de Johns Hopkins?» «El mismo», respondí. «¡Pero si fue mí maestro!», exclamó el embajador. Y durante el resto de la velada no pudo mostrarse más encantador.

El profesor Linebarger enseñó relaciones exteriores no sólo a este embajador, sino a muchos más. Y no se limitaba a hablar de los acontecimientos sino que participaba activamente en ellos. Criado en China, dominaba el idioma a la perfección. También conocía varias lenguas más, y frecuentaba el Departamento de Estado para dar conferencias, explicar, conversar o negociar. Incluso en inglés. Una vez lo justificó de este modo: «Es porque yo puedo hablar... mucho... más... despacio... y... claramente... que... la... mayoría... de... las... personas.» Lo cual era cierto. Y, sin duda, él representó una gran ayuda para muchas personas cuyo inglés era defectuoso. Pero no creo ni por un segundo que ésa fuera la razón. El Departamento de Estado valoraba lo que valoramos todos: no la capacidad de expresión, sino la mente que la modelaba, sabia, ágil y amplia.

Viajero, profesor, escritor, diplomático, erudito, Paul Linebarger tuvo una vida fascinante. Si no hablo más sobre ella es porque no quiero repetir lo que John Jeremy Pierce ya ha dicho muy bien en su excelente ensayo1. La mayoría de los escritores, en su vida privada, son tan aburridos como el agua estancada. La vida de Paul Linebarger fue tan pintoresca como sus novelas.

Si ustedes no han leído mucha ciencia ficción, quizá se estén preguntando: «¿Quién es, pues, Cordwainer Smith?» Les contaré algo sobre su obra, y por qué fue y sigue siendo algo especial para muchos de nosotros.

Empecemos por esto. Toda la ciencia ficción es especial. No convence a todo el mundo, y es muy raro que a alguien le guste toda. Se presenta en una amplia gama de formas y sabores. Algunos son suaves y familiares, como la vainilla. Algunos son exóticos y difíciles de asimilar la primera vez, como un happening de esculturas de Tinguely. Ésa es una de las características que me atraen en la ciencia ficción: su exploratorio empleo de las incongruencias. Cuando este rasgo se lleva hasta el extremo, se convierte en una precaria danza sobre la cuerda floja, la audacia en equilibrio con el desastre; la imaginación del escritor y la tolerancia del lector se estiran hasta el punto del colapso catastrófico. Un milímetro más y todo se desmorona. Lo que quería ser desconcertante e innovador puede volverse simplemente absurdo. A. E. van Vogt caminó maravillosamente por esta angosta senda, y también Jack Vance; Samuel R. Delany lo hace ahora; pero nadie, jamás, lo ha hecho con más atrevido éxito que Cordwainer Smith. ¡El exotismo de sus conceptos, personajes e incluso palabras! Congohelio y stroon. Gentes-gato y robots con cerebro de ratón. Autopistas abandonadas de kilómetros de altura, y muertos que se mueven, actúan, piensan y sienten. Smith creó mundos de maravilla. Y nos convenció de que eran reales.

En parte lo consiguió gracias a su fino oído para el sonido y el sentido de las palabras. Su prosa cambió y se desarrolló durante los breves años de su corta carrera, y demostró una vez tras otra que la palabra adecuada era la palabra imprevista. El instinto verbal de Smith es tan personal que se puede detectar aun en el título de sus cuentos, aunque quizá no tan directamente como cabría imaginar. Una vez, James Blish apartó los ojos con deleite del último número de Galaxy y dijo: «Lo que más recuerdo de Cordwainer Smith son esos títulos maravillosamente personales.» Le pregunté a qué títulos se refería en particular. James respondió: «Bien, a todos. La Dama muerta de Clown Town, La balada de G'mell, Piensa azul, cuenta basta dos, por nombrar tres.» Le dije que eso me parecía curioso, porque ninguno de ellos había sido el título original de Smith. Yo había puesto título a esos cuentos al publicarlos. Pero James estaba en lo cierto, porque yo no los había inventado. Simplemente, habían surgido del texto de Smith.

Paul Linebarger no era un solitario. En realidad, todo lo contrario. Era gregario y locuaz, viajaba mucho, pasaba mucho tiempo en clases y reuniones. Pero no quería conocer a escritores de ciencia ficción. No porque no le gustaran. Era casi una superstición. Una vez había iniciado una carrera como escritor. Había publicado dos novelas, Carola y Ría, ninguna de ellas de ciencia ficción; ambas me recuerdan las novelas de Robert Briffault sobre política europea, Europa y Europa in Limbo. Se había propuesto continuar, pero no pudo hacerlo. Las novelas se habían publicado con el seudónimo Félix C. Forrest. Habían llamado bastante la atención y mucha gente se había preguntado quién era «Félix C. Forrest», y algunos lo habían averiguado. Por desgracia. Lo lamentable fue que cuando Paul entró en contacto directo con los lectores de «Forrest», ya no pudo escribir para ellos. ¿Sucedería lo mismo con la ciencia ficción en las mismas circunstancias? No lo sabía, pero no quería correr el riesgo.

Así que Paul Linebarger mantuvo su seudónimo en secreto. No asistía a las reuniones que celebraban los escritores y lectores de ciencia ficción. Cuando en 1963 se celebró la Convención Mundial de Ciencia Ficción en Washington, a un par de kilómetros de su casa, le pedí que asistiera para evaluar la situación. Yo no revelaría a nadie quién era él. SÍ lo prefería, podía dar media vuelta y largarse. De lo contrario... bien, no.

Paul reflexionó y al final, a regañadientes, decidió no arriesgarse. Pero dijo que había un par de individuos a quienes le gustaría conocer si ellos aceptaban ir a su casa. Y así ocurrió. Fue una tarde maravillosa, naturalmente. Tenía que serlo. Paul era un cordial anfitrión, y Genevieve —su ex alumna, y por entonces su esposa— una espléndida anfitriona. Bajo el acta de nacimiento en pergamino escarlata y oro escrita en caligrafía por el padrino de Paul, Sun Yat-sen, bebiendo pukka pegs (cócteles de ginger ale y brandy, los cuales, según Paul, habían permitido sobrevivir al ejército británico en la India), las vibraciones eran óptimas con aquella estimulante compañía.

Y no perjudicó en nada a su manera de escribir, ni entonces ni después. Continuó escribiendo, y en todo caso mejor que nunca. Disfrutó tanto de la compañía de sus invitados —en particular, Judith Merril y Algis Budrys— que se sintió más inclinado a conocer a otros escritores. Poco a poco lo hizo. Conoció a algunos en persona, a otros por correspondencia, a la mayoría por teléfono, y creo que no estaba lejos el momento en que Paul Linebarger se hubiera presentado en una convención de ciencia ficción. Tal vez en muchas. Pero el tiempo se agotó. Murió de un ataque cardíaco en 1966, a la injusta edad de cincuenta y tres años.

Toda obra importante de ficción está parcialmente escrita en clave. Lo que leemos en una frase no es siempre lo que el autor tenía en mente cuando la escribió, y hay veces — oh, demasiadas veces— en que ni siquiera el autor sabe exactamente lo que quiere decir. Esto no siempre constituye un defecto. En ocasiones es una necesidad. Cuando una mente humana, que está encerrada dentro del cráneo, que percibe el universo sólo a través de sus engañosos sentidos, y se comunica sólo a través de imprecisas palabras, busca significados complejos y modelos de comprensión, resulta difícil lograr una expresión explícita. Cuanto más altas sean las aspiraciones, más ardua es la tarea. Las aspiraciones de Cordwainer Smith iban a veces más allá de lo visible.

Paul me enseñó a descifrar algunos de sus mensajes, pero sólo los fáciles. En los archivos de la colección de manuscritos de la Universidad de Syracuse hay, o debería haber, una copia comentada de sus manuscritos con instrucciones para interpretarlos. Esos relatos constituían una parábola acerca de la política en el Medio Oriente. Se había tomado el trabajo de anotarme en los márgenes qué personajes del futuro remoto representaban a políticos actuales de Egipto o del Líbano.

Es el juego de muchos escritores. A veces resulta divertido, pero a mí no me convence demasiado. Lo que me agradaría descifrar en la obra de Cordwainer Smith es mucho más complicado. Sus intereses trascendían la vida actual y la política contemporánea, e incluso quizá la experiencia humana. Religión. Metafísica. Sentido último. La búsqueda de la verdad. Cuando uno se propone encerrar la verdad última en una red de palabras, se necesita mucha paciencia y destreza. La presa es esquiva. Peor aún. Se necesita también mucha fe, y una gran dosis de terquedad, porque lo que se busca tal vez no existe. ¿Se refiere la religión a algo «real»? ¿Hay un «sentido» del universo?

Los cuentos de Cordwainer Smith son ciencia ficción, claro que sí. Pero al menos los mejores de ellos pertenecen a esa ciencia ficción tan especial que C. S. Lewis denominó «ficción escatológica». No tratan sobre el futuro de seres humanos como nosotros. Tratan sobre lo que viene después de los seres humanos como nosotros. No dan respuestas, sino que plantean preguntas y nos alientan a plantearlas nosotros también. Con la aparición de la serie de los Señores de la Instrumentalidad quedan publicados todos los cuentos de ciencia ficción escritos por «Cordwainer Smith». Abarcan apenas cuatro volúmenes. Su carrera de escritor de ciencia ficción duró menos de una década, pero ¿cuántos escritores pueden igualarla en una vida?

Frederik Pohl
Shaumberg, Illinois
Julio de 1978
Introducción a La Dama Muerta de Clown Town

Comunicação Alienígena por Telepatia — Frederik Pohl (citação)



Comunicação Alienígena por Telepatia

Frederik Pohl 



"Mackray não tinha a mais mínima chance de saber o que aqueles seres esferoidais haviam feito com a sua consciência. Sabia apenas que a porta estava aberta. O véu havia desaparecido. Tinha sido liberado de seu corpo.


E não só estava livre. Tinha sido aberto, havia crescido, aumentado. Estava dentro daquele ser estranho de Orion e este estava nele. E ao mesmo tempo podia vê-lo e também observar a si mesmo a partir do exterior.


(…) Ele e o estranho, ele e (como percebeu de imediato) muitos outros estranhos pareciam terem se juntado. E, ainda assim, cada um permanecia sendo o mesmo… Estava em muitas mentes, estava nelas, mas também estava fora de todas elas.


Assim, provavelmente, se sentirá Deus, pensou Mackray."


— Frederik Pohl, The Five hells of Orion, 1962.

Frederik Pohl - Comunicações entre Homens e Animais


Posfácio de Frederik Pohl para a novela Nave Escrava, sobre o futuro das comunicações entre homens e animais.

Anotar fatos contemporâneos ou verdades científicas já acertadas não é tarefa de qualquer escritor de ficção científica. Entretanto ele deve considerar fatos já conhecidos e, por meio da extrapolação, deve compor um quadro pormenorizado daquilo que pensa que poderá ser descoberto pelos cientistas de amanhã... e como a futura raça humana poderá reagir a isto em seu cotidiano.

Como nem todos os elementos científicos contidos em Nave Escrava são "extrapolações", parece-me necessário oferecer uma espécie de indicador que permita haver uma distinção entre as coisas. Pelo que o autor sabe, desde o doutor Doolittle, nenhuma criatura humana conseguiu conversar, tratando de assuntos abstratos, com qualquer outra criatura que não fosse humana também. Entretanto, os idiomas animais existem, não apenas entre os gênios do reino animal, como os primatas e os cachorros, mas entre todas as espécies, mesmo as menos desenvolvidas. Obviamente, a questão gira em torno de uma definição do termo "idioma". Já foi comprovado que as abelhas se comunicam por meio de um certo número de sinais. Se o idioma só pode ser "falado", podemos citar o sapo, talvez o mais inferior entre os animais providos de voz. Um tipo de sapo que vive em Santo Domingo pronuncia pelo menos uma "palavra: trata-se de um guincho parecido ao de um porco, que ele solta em caso de alerta, e que difere de maneira absoluta de seus coachos habituais, que se parecem com latidos.

Considerando espécies mais desenvolvidas, lembramos o Dr. Konrad V. Lorenz, que conseguiu se comunicar com gralhas, patos e marrecos selvagens e outras aves, a respeito de matérias que as interessavam. Seus conhecimentos do idioma das gralhas inclui, por exemplo, sutilezas deste tipo: as duas formas do verbo "voar": Kia, que significa voar embora, e Kiaw, que significa voar para casa. Outras pessoas conseguiram resultados positivos pesquisando outros pássaros. Ernest Thompson Seton anotou uma comprida lista de "palavras" no idioma dos corvos; um cientista compilou um dicionário de sete verbetes no idioma dos gaios, e assim por diante.

Considerando então os mamíferos, somos levados a esperar um aumento considerável da quantidade de "palavras" e da sofisticação ao usá-las. Nossa expectativa está justificada. É difícil imaginarmos um homem que tenha vivido por muito tempo em contato com um cachorro, por exemplo, e que negue que seu animal tenha tentado se comunicar com ele, conseguindo muitas vezes um resultado. É verdade que os animais domésticos (especialmente os "superdomésticos", como os cachorros) são um caso à parte, podem ser comparados a uma criança americana criada na Babilônia; ela aprenderia sem dúvida a se comunicar, mas o faria em termos babilônicos e não no idioma de seus pais. A este ponto, vale a pena lembrar que pelo menos um cachorro, cujo nome era Fellow e que foi convidado de honra da Universidade Colúmbia de Nova Iorque, possuía um vocabulário inglês de quatrocentas palavras, que ele sempre reconhecia, não importando quem as pronunciasse. Entretanto, precisamos eliminar o idioma canino de nossas considerações, pois trata-se, na melhor das hipóteses, de uma espécie de beche-la-mer ou linguagem franca, totalmente poluída pelo idioma humano.

É possível que a linguagem dos gatos seja mais pura, e já foram identificadas quinze palavras felinas, e mais meia dúzia de equinas, e algumas poucas do idioma dos elefantes e dos porcos. O gibão, o gorila, e o orangotango possuem vocabulários extensos. E o chimpanzé, que dentre os primatas foi o mais pesquisado (exceto o homem), não apenas possui um vocabulário de trinta e duas palavras identificadas e distintas, mas segundo Blanche Learned poderia até reclamar para si um feito único de fama linguística. Um filólogo chamado George Schwidetzki afirma ter encontrado traços de palavras do idioma chimpanzé no chinês antigo ("ngak") num dialeto boxímane da África do Sul (um estalo da língua) e até no alemão moderno! (a palavra alemã "geck", originada na palavra chimpanzé "gack").

Uma das definições usadas para os homens refere-se a eles como "os animais que usam instrumentos", mas os elefantes arrancam galhos de árvores para espantar as moscas, os macacos-aranha costumam construir escadas para seus filhotes usando trepadeiras e existem também provas plausíveis para o fato que o urso polar costuma caçar leões-marinhos adormecidos com o auxílio de um instrumento primitivo que ele costuma arremessar: usar pedra de gelo. Existe uma outra definição que identifica o Homem como um "animal falante", mas as poucas observações anotadas mais acima provam que esta capacidade não deve ser considerada como única.

Talvez exista mais um pouco de espaço para uma terceira definição do Homem, não muito melhor que as duas anteriores, mas talvez não muito pior: o Homem, este animal esnobe... que se agarra na escada da evolução, permanecendo um degrau acima dos primitivos, e continua serrando a escada, serrando na tentativa de cortar qualquer ligação existente entre ele próprio e as Bestas desprovidas de alma, de fala e de cérebro... que, na realidade, não existe.

Frederik Pohl, 1956.

Frederik Pohl - EL DIA DE LA ESTRELLA NEGRA (Resenha e PDF)


Leia online o PDF agora: http://www.slideshare.net/slideshow/embed_code/31271705

Resenha de Domingo Santos

EL DIA DE LA ESTRELLA NEGRA
Frederik Pohl

Como dijo recientemente un crítico, "aunque sólo hubiera escrito Mercaderes del espacio (y aunque fuera en colaboración con C. M. Kornbluth), Frederik Pohl merecería un lugar de honor en la historia de la ciencia ficción". A esta obra, sin embargo (que indudablemente señaló todo un hito en el género), yo me atrevería a añadir otras: Homo Plus, Pórtico..., y, por supuesto, ésta.

El día de la estrella negra (no me pregunten el simbolismo del título, por favor) es a mi juicio una de las obras más originales de Frederik Pohl. Empieza como una sobrecogedora antiutopía: Rusia y los Estados Unidos se han destruido mutuamente en una alocada y devastadora guerra nuclear, y tras ella China ha ocupado su lugar como primera potencia mundial, con la India como eterno enemigo. Lo que queda de los Estados Unidos ha sido ocupado por los chinos, que han iniciado una lenta reconstrucción y mantienen el país bajo una benigna esclavitud, más cultural que física. El primer tercio de la novela se encarga de pintarnos este cuadro realista, tan convincente como aterrador. Pero Pohl es incapaz de limitarse a esto como planteamiento de uno de sus libros. Y, así, pronto aparece una nave desconocida, y una lejana colonia espacial de estadounidenses acérrimos que suenan con reconquistar su gloriosa nación, así como una raza alienígena de animales de compañía hechos inteligentes por sus antiguos amos desaparecidos...

Con todos estos elementos, Pohl construye un relato que puede leerse a múltiples niveles. Debajo de la apasionante aventura superficial, que entusiasmará a cualquier aficionado a la ciencia ficción, subyacen capa tras capa de significados. No tengo intención revelarles aquí ninguno de ellos (ni siquiera, repito, el simbolismo del título). Lo único que les pido es: léanla, y no se queden en la primera capa. No duden en escarbar. Les aseguro que se verán ampliamente recompensados.

DOMINGO SANTOS

Frederik Pohl - Galeria de Capas


Visualizar as imagens no Google+ por aqui: https://plus.google.com/photos/103998711237758699926/albums/5981088838958131489

E no Pinterest: http://www.pinterest.com/hermanschmitz/frederik-pohl-gallery/

Pohl, Frederik
(1919-2013)

Frederik Pohl - A Mensagem (Conto)




A Mensagem

Conto de Frederik Pohl


A mensagem começa:

"NÃO PODEMOS SABER COM CERTEZA SE VOCÊS ESTÃO EVOLUÍDOS O BASTANTE PARA PODEREM ENTENDER ESTA MENSAGEM. INFELIZMENTE, NÃO SOUBEMOS DA SUA EXISTÊNCIA ATÉ O MOMENTO DA EXPLOSÃO".

O general entrou na sala de guerra e deu sua capa ao ordenança. As estrelas nas ombreiras tilintavam umas nas outras. - Que descaramento! - murmurou. - Quem eles acham que são?

O técnico oficial de serviço ergueu os olhos do seu computador. - Com o devido respeito, senhor - disse -, parece evidente que eles são bem mais avançados que nós.

- Mas avançados? Ah, você quer dizer que possuem melhores equipamentos, se refere a isso naturalmente. Bem, está bem, continue decifrando.

- Sim, senhor.

"NÃO É IMPORTANTE QUE ENTENDAM ESTA MENSAGEM. DE QUALQUER FORMA OS SALVAREMOS, COM OS MESMOS MEIOS QUE USAMOS PARA ATRAVESSAR O ESPAÇO E CHEGAR ATÉ AQUI. NÃO TENHAM MEDO".

- Medo! - bufou o general escandalizado.

"O TRANSLADO SERÁ INSTANTÂNEO. NÃO SERÁ NECESSÁRIA NENHUMA AÇÃO DA PARTE DE VOCÊS, E NEM SEQUER SE DARÃO CONTA QUE OCORRE ALGO ATÉ QUE CHEGUEM À NOSSA NAVE".

- Tem certeza que isso não é uma piada? - perguntou o general, sem muita esperança.

- Não creio que seja senhor. "Vigia Espacial" informou a onze horas que havia rastreado um objeto não identificado em órbita cislunar. A mensagem começou a chegar… a mesma mensagem, seguidamente… desde mais ou menos… vejamos - teclou rapidamente na sua calculadora de bolso - desde quinze para uma desta manhã. Em seguida a  enviamos a Washington, senhor.

- Sei perfeitamente o que fizeram - berrou o general -. Os russos também estão recebendo isso?

O oficial técnico se entusiasmou. - Creio que não, senhor - respondeu -. Pusemo-nos em ação imediatamente. Não creio que os russos possam interpretar os verdadeiros sinais sem isso - apalpou o teclado que se conectava com a sala de guerra em Denver e com os gigantescos computadores instalados sob as montanhas Rochosas no Colorado-. E sabemos que ele não tem nada parecido!

- Mmmmm - disse o general, um pouco mais calmo-. Diz algo mais essa mensagem?

- Oh, sim, senhor - o oficial técnico recomeçou a imprimir o texto:

"TENHAM EM CONTA QUE SÓ PODEREMOS SALVAR A VOCÊS DOS EFEITOS DA EXPLOSÃO DA ESTRELA ALFA DE CENTAURO. PODEREMOS CHEGAR A SEU SISTEMA MUITO POUCO ANTES DA ONDA FRONTAL. NÃO PODEREMOS SALVAR A TEMPO NEM SEUS ANIMAIS NEM SEUS OUTROS PERTENCES".

- Se deixarem que os russos se queimem - sorriu o general -, que importa se não salvem os cães? Mas, e Alfa do Centauro? Que acontece se ela explodir?

- Bem, senhor - respondeu o oficial técnico, incerto-, não sou eu quem afirma, mas o pessoal do Conselho Nacional de Ciências diz que, se isso for verdade, será uma explosão tão grande que poderia chegar a queimarmos. Mesmo de tão longe.

- E isso quando ocorrerá? - perguntou o general inquieto.

A mensagem do objeto na órbita cislunar dizia: "QUANDO LHES ALCANCE A ONDA FRONTAL". Nosso pessoal está trabalhando nisso, senhor, mas poderia tentar efetuar o calculo agora…

- Faça-o!

- Sim, senhor - respondeu o oficial técnico, e pôs a mão no bolso, mas não encontrou a calculadora -. Que estranho? - disse, procurando em volta aonde havia posto; não teve êxito-. Bom, general, o farei no computador central…

Porém o teclado de comunicação com o centro de computação também havia desaparecido. Também o modem, o monitor e a impressora. E quando o oficial técnico, com uma repentina sacudida de espanto, conseguiu improvisar uma ligação pelo circuito fechado de TV no centro de computação das Rochosas, encontrou as enormes salas de rocha completamente desertas. Não haviam as fitas magnéticas, nem os processadores. Não havia nada que tivesse relação com computadores, calculadoras, ou qualquer outra forma de inteligência artificial. Tudo isso havia desaparecido. Restavam apenas os animais domésticos, polindo as estrelas dos seus uniformes, com os olhos esbugalhados de espanto e cravados nos aparelhos de comunicação… enquanto isso, lá fora o céu se ascende um pouco mais. E continua iluminando com crescente intensidade.


Tradução: Herman Schmitz