Robert A. Heinlein - Um Estranho numa Terra Estranha (Livro)



Stranger in a Strange Land é um romance de ficção científica de 1961, escrito por Robert A. Heinlein e vencedor do Prêmio Hugo de 1962. Nele, é contada a história de Valentine Michael Smith, um humano criado pelos habitantes do planeta Marte, até seu retorno à Terra no início da idade adulta. O romance explora sua interação com — e eventual transformação da — cultura terrestre. O título da obra refere-se ao livro bíblico do Êxodo. De acordo com Heinlein em Grumbles from the Grave, o título de trabalho do romance era The Heretic ("O Herético"). Várias edições posteriores do livro o promoveram como "o mais famoso romance de ficção científica jamais escrito."

Quando Heinlein acabou de escrever Stranger, seus editores na Putnam exigiram que ele reduzisse drasticamente as 220.000 palavras do original e removesse algumas cenas que poderiam ser consideradas excessivamente chocantes na época. A versão editada resultante tinha cerca de 160.000 palavras quando foi finalmente publicada em 1961. Em 1962, esta versão recebeu o Hugo Award de Best Science Fiction Novel of the Year ("Melhor Romance de Ficção Científica do Ano"). Após a morte de Heinlein em 1988, sua esposa Virginia conseguiu fazer com que a versão original sem cortes do manuscrito fosse publicada em 1991 pela Ace/Putnam. Os críticos discordam se o manuscrito original, preferido por Heinlein, é de fato melhor do que a primeira versão publicada, cuja edição deixou de fora vários trechos do manuscrito. Existe uma contenda similar em torno das duas versões de outra obra de Heinlein, Podkayne of Mars.

Strange tornou-se um sucesso instantâneo entre os leitores de ficção científica e nos seis anos seguintes ao lançamento, o boca-a-boca fez com que as vendas não parassem de crescer, exigindo que fossem feitas várias reimpressões pela Putnam. Em língua inglesa, o romance nunca deixou de ser reeditado desde 1961, e eventualmente tornou-se um cult, atraindo muitos leitores que não tinham o hábito de ler obras de ficção científica. A contracultura de fins da década de 1960, popularizada pelo movimento hippie, foi influenciada por seus temas de liberdade individual, auto-responsabilidade, liberdade sexual e a influência da religião organizada na cultura e governo humanos, e adotou o livro como uma espécie de manifesto.

Em 1962, Tim Zell (agora Oberon Zell-Ravenheart) e outros, fundaram uma organização religiosa neo-pagã denominada Church of All Worlds (Igreja de Todos os Mundos) , inspirada pela religião fundada pelos personagens principais do romance, mas exceto por uma correspondência (a longa carta dirigida a Zell aparece como uma carta a "um Fan" nos trechos finais de Grumbles from the Grave) e por uma assinatura paga da Green Egg, a revista da igreja, durante os anos 1970 (pois Heinlein recusava receber uma assinatura gratuita), Heinlein jamais teve qualquer conexão com o projeto. (Wikipedia)

BAIXAR ePUB aqui: http://www.4shared.com/office/yUMUw3T4/Um_estranho_numa_terra_estranh.html

André Carneiro - Ciencia Ficción en América Latina


Ciencia Ficción en América Latina
André Carneiro

Conferencia dada na quarta-feira 24 de setembro de 1991 as 20 horas no Centro Cultural Sudaca, em Buenos Aires, pelo transcurso da ConSur I, Primeira Convenção de Ficção Científica do Cone Sul, a qual contou com a presença de escritores ilustres como André Carneiro, que nos honrou com a sua visita como um dos representantes do Brasil.

La Ciencia Ficción es simplemente  un género literario. Como la novela psicológica, el "noveau roman", etc.. No vamos a intentar aquí definir el género, tarea didáctica muy imperfecta y relativa que ya fue hecha centenas de veces. Preferimos decir, sin miedo de contestaciones, que la ficción científica puede ser de buena calidad o mala calidad. Observación obvia y evidente que define la literatura mundial de todos los tipos y de todas las épocas. También nosotros, autores y lectores de CF, no precisamos tener recelo del hecho de que sólo un insignificante porcentaje de publicaciones de CF en todo el mundo es de buena calidad, lo que ocurre también con toda la literatura y en todos sus géneros. ¿Y por qué estamos repitiendo estas cosas primarias e indiscutibles? La razón viene también de un hecho incontestable. El género literario CF viene sufriendo desde el inicio serios preconceptos por parte de los críticos y estudiosos en general. Ya intentamos identificar en artículos y conferencias las raíces de ese preconcepto. No tenemos tiempo ahora de penetrar mejor en ese curioso aspecto de los rótulos, cómo las comunidades eligen ciertas palabras llave, como DROGA, COMUNISMO, NEUROSIS, transformándolas en recipientes donde se esconde todo lo que no se aprecia, porque tienen miedo, o no se quieren analizar...

El "Admirable Mundo Nuevo" (Un mundo feliz) de Huxley y "1984" de Orwell, sin el rótulo de CF, son tranquilamente apreciados por los profesores de literatura. "Crimen y Castigo" de Dostoievski y algunas novelas de Simenon no se incluyen como "novela policial" porque son buenos, así como el vino y el whisky escocés no son considerados como "droga" aunque científicamente lo sean.

Sería interesante citar también el fenómeno de la historieta moderna, que adquiere una sofisticación estética, una temática original y hasta hermética, como he visto en la exposición, que sólo alcanzan las universidades escondida en las carpetas de algunos alumnos. El género literario CF, nombre impropio que, infelizmente, no se conseguiría cambiar, reúne en torno de su mundo características especiales que otros géneros no tienen. El fenómeno de "fanzines", por ejemplo, esas corajudas y a veces excelentes revistas hechas sin ambición de lucro y certeza de prejuicios, alcanza una dimensión y una influencia que no vemos que tenga paralelo en otros tipos de literatura. Algunos autores norteamericanos ya afirmaron la gran influencia que sufrieron por parte de esas revistas y de los "fans", lectores exigentes y participantes, que se comunican con sus autores preferidos mucho más que los admiradores de otros géneros literarios. Es perturbador verificar cómo las elites de la inteligencia aún se regulan por el pensamiento de los últimos siglos. Alvin Toffler clasificó ese desajuste como "el choque del futuro", la incapacidad de absorber las continuas novedades ideológicas y técnicas que la humanidad está creando cada vez más rápidamente. El viejísimo modelo de la Tierra como centro del Universo y el ser humano como rey de la creación, bien comprensible antes de Galileo, aún es, inconscientemente, la base del pensamiento humano. Si ese hecho es comprensible entre las mayorías incultas, se torna una paradoja cuando se trata de intelectuales, escribiendo sus trabajos en computador pero incapaces de percibir que una realidad virtual del futuro ya aconteció hoy, y sólo la CF ha tenido la sensibilidad de incorporarla en el arte literaria.

He leído innumerables veces que la CF es un fenómeno típicamente norteamericano y en segundo lugar, inglés. Entretanto, cuando se habla de arte en general, la estadística no debe dar la palabra final. Las artes plásticas japonesas fueron despreciadas durante siglos, y también los primitivos africanos con sus esculturas, que sólo fueron redescubiertas y valorizadas por Picasso. Las listas de los mejores autores de CF sólo traen nombres de norteamericanos e ingleses. Y en el mundo oriental, en la Amé rica Latina, ¿no se escribe CF? Sí, aunque mucho menos que en los Estados Unidos. Pero nadie tenga dudas de que, en arte, lo que vale es la calidad y no la cantidad. Si destaco el absurdo de los críticos de la literatura que sólo excepcionalmente comentan un trabajo de CF, también es necesario notar que muchos de nuestros compañeros que analizan la CF se olvidan de colocar autores sudamericanos en aquellas listas de "los más importantes". No se olviden de que soy brasilero y que describo una realidad brasilera. No sé sinceramente (y me gustaría saber) si esas injusticias también ocurren en otros países latinos.

Por todo eso es inevitable que los autores sudamericanos sueñen con el mercado norteamericano, no sólo por causa del prestigio, sino por la posibilidad de ganar dólares; verde esperanza que ningún escritor idealista desprecia.

De mi experiencia personal, publicando trabajos en Estados Unidos, Europa, Japón, etcétera, puedo adelantar que no es suficiente tener, por ejemplo, un cuento editado en la más importante antología norteamericana de CF para que el camino se abra. Frederik Pohl, autor y editor conocido, nos declaró textualmente que los lectores estadounidenses sólo están interesados en CF norteamericana. La afirmativa parece dogmática y exagerada, pero traduce una verdad. Yo creo que, básicamente, no son los lectores norteamericanos los que nos dejan de lado, sino principalmente los editores. No olvidemos que el mercado norteamericano de literatura es aquel que ofrece más posibilidad de lucro y posibilita el sueño de que un trabajo sea vendido para el cine, lo que significa acabar definitivamente rico. No olvidar también que exactamente por eso llegan interesados de todo el mundo, ansiosos de poder ser traducidos y publicados en los Estados Unidos. Ustedes, que hablan español, son más felices que nosotros, brasileros. En la Universidad de Arizona, donde di algunas clases, por cada 200 alumnos de habla hispana había apenas 20 o 30 de habla portuguesa. En Miami, recientemente, encontré un afiche publicitario sorprendente en una calle, que decía: "Usted también puede aprender inglés".

La "venganza de Moctezuma" no es más aquella de la anécdota, que consistía en intoxicar con agua a los turistas norteamericanos, sino dominarlos por la lengua, poco a poco...

Cuando destaqué que la comunidad de lectores y "fans" de la CF constituían un grupo entusiasta y participativo, no me referí a un aspecto negativo. Todas las exclusividades y fanatismos llevan a una visión unilateral e imperfecta  de los hechos. Aquellos que "coleccionan" CF libro a libro de cada serie, sin dar mucha importancia al contenido, e ignorando las obras primas de otros géneros, no contribuyen al desarrollo de la CF de una manera eficiente, ni amplían su propia visión cultural. No debemos hacer del género de CF un ghetto donde los patrones de juicio queden en nuestras propias paredes. No precisamos fronteras artificiales cuando estamos haciendo literatura. Los que están por dentro de la CF y también los que están por fuera a veces no se concientizan de que la literatura tradicional tiene una limitación en el tiempo y en el espacio, y sus enredos solamente se sitúan en la Tierra, del pasado hasta hoy en día.

La CF es mucho más amplia y revolucionaria, porque ella puede avanzar en el espacio y para el futuro, cada vez más próximo, por la progresión geométrica del desarrollo de la ciencia.

Uno de los más evidentes motivos de la CF de asustar a algunos lectores es el hecho inevitable de que ella exige cultura, o, por lo menos, un caudal de informaciones sobre el mundo moderno que el  analista de Shakespeare, Cervantes, Dostoievski, etcétera, no precisa. Falsos intelectuales aún contemplan el cielo y admiran luces distantes y casi dudan de que el hombre ya pisó la Luna, y sólo conocen a Miranda como personaje de Shakespeare, aunque ya haya sido fotografiada nítidamente como satélite de Urano. Esos anticuados se quedan nerviosos con las posibilidades de la realidad virtual de los computadores y les gustaría, tal vez, volver antes de Galileo y Copérnico para recuperar los títulos de reyes del Universo.

Si ellos son limitados nosotros debemos ser amplios, eclécticos y, por qué no, cósmicos. Pero esa amplitud debe incluir una solidaridad cultural entre los pueblos de América Latina. Si la lengua española ha invadido el sur de los Estados Unidos, mi lengua portuguesa es tan desconocida en el mundo como la lengua tupí-guaraní de nuestros indios, que yo y todos los llamados brasileros civilizados también desconocemos.

Infelizmente estamos siendo víctimas, en Brasil, de una influencia norteamericana muy preocupante. Los indicadores externos de esa influencia son muy expresivos. Todas las camisetas con ilustraciones y frases vendidas en Brasil traen expresiones en inglés. Es triste o irónico encontrar niños subnutridos, sucios moradores de nuestras villas miseria, vistiendo camisetas de la "University of California" como si fuesen ex alumnos. Yo he escrito protestando contra la invasión que la lengua inglesa ha hecho en nuestro país. Ya no se escribe más "Playa de Estacionamiento" sino "Parking". No tenemos más "Exposición de productos" sino "Show-Room". Nuestros "Shopping-centers" usan la lengua inglesa en un porcentaje que alcanza un noventa por ciento. Nuestros diarios destacan y comentan la literatura extranjera en más del ochenta por ciento de su espacio. El mayor diario brasilero en circulación, la "Folha de Sao Paulo", tiene un suplemento dedicado a los adolescentes con el título de "Teen" (teenagers). Recientemente dedicó uno de sus suplementos a la CF brasilera. Pero los mayores espacios fueron dados a autores norteamericanos. Y ustedes preguntarán: ¿cuál es el espacio dado al resto de la literatura latina? La respuesta es triste. Si nuestra propia literatura nacional ocupa un espacio muy pequeño, la de ustedes es prácticamente ignorada. Ese fenómeno de la separación entre el mundo de habla española y el brasilero es muy extraño. Tuve una amiga en la Universidad de Arizona que daba clases de literatura sudamericana. Descubrí, espantado, que la literatura brasilera no estaba incluida en el programa. Pero también hallé que yo era un completo ignorante de aquello que había de bueno en el arte literaria de los países de lengua española. No sé decir aún por cuáles razones sociológicas existe esa injusta separación, y quién de nosotros es más culpable. Sé que en Brasil los mejores autores argentinos nos llegan por vía europea, principalmente francesa. Hace un año, en la ciudad de Sao Paulo, se construyó un gran centro cultural llamado "Memorial de América Latina". Algunas manifestaciones artísticas de los países vecinos han sido patrocinadas por el gobierno brasilero, pero aún es una realización muy modesta.

Cualquier "fan" brasilero de la CF puede citar rápidamente buenos autores americanos del norte, pero tendrían dificultad de citar sólo uno latinoamericano.

Hace poco tiempo Scott Card, conocido autor norteamericano de CF que vivió algunos años en Brasil, afirmó en un artículo que los  autores brasileros de CF tenían que crear su público brasilero sin pensar en los Estados Unidos. En otras palabras, lo mismo que dice Frederik Pohl; lo que significa más o menos que, aunque nosotros, latinos, podamos escribir novelas geniales, ellos no están dispuestos a cedernos su rico terreno. Y nosotros, ¿qué estamos haciendo a cambio? Nada, o casi nada.

Como las artes en América Latina dan siempre muy poco dinero, ese raciocinio de mercado comprador y vendedor queda muy distante en la mente idealista de los escritores. Todos nosotros queremos ser autores de obras maestras, lo que es excelente, pero poco nos importa si nuestra obra es vendida o no, lo que nos obliga a tener otras profesiones para poder continuar como escritores.

Yo creo que es la primera vez que autores y editores brasileros participan de un Congreso de CF internacional en la Argentina. Que la magnífica cordialidad con que ustedes están hospedándonos sea un punto de partida no sólo para nuestro conocimiento personal, sino para crear un intercambio mayor entre nosotros. Mi padre era español y si yo tuviese que escoger otra lengua para influenciar a mi lengua brasilera preferiría la española y no la inglesa.

Tenemos el gran privilegio de entender fácilmente el español. En este mundo moderno de fantásticas transformaciones, Europa aboliendo la cortina de hierro y brevemente unida en el Mercado Común Europeo nos debe servir de ejemplo para una mayor unión que nos beneficie a todos.

Vamos a instituir, aunque sea simbólicamente, en esta reunión de escritores y fans de CF, un Mercado Común de Literatura de CF en América Latina.

Si los otros, aquellos que no saben lo que es la CF, protestan, exactamente porque no la conocen, podemos responder que la Literatura Tradicional, quiera o no, va a caer en brazos de la CF, porque en poco tiempo será imposible escapar de ese escenario cibernético donde vivimos y donde creamos nuestro arte.

Publicado no fanzine Axxón 26, de novembro de 1991.
*

Isaac Asimov - Quem é Robert Silverberg

QUEM É ROBERT SILVERBERG
por ISAAC ASIMOV
 

Se há coisa que eu goste de fazer é brilhar condescendentemente ao lado da ofuscante luz de jovens autores que se introduzem em meu campo, isto é, a ficção científica. É algo sumamente delicioso, para um homem intransigente, possuidor de enorme lastro como mestre estabelecido no gênero - sou Isaac Asimov, esclareço, para o caso de você nunca ter ouvido falar em mim - encorajar alguns jovens que começam a engatinhar no terreno que venho pisando firmemente há muito tempo. Estava pronto para fazer isso por Robert Silverberg quando ele começou a publicar histórias de ficção científica, em meados de 1950. Preparei um pequeno discurso, que nada tinha de espantoso em matéria de inspiração, claro, mas continha o toque exato da necessária dignidade. E o fiz.

Que pensa você que a miserável e ingrata criatura fez? Subiu com a incrível velocidade de um foguete interplanetário!

Eu estava descendo para erguê-lo acima de minha cabeça, quando o diabo disparou e passou raspando pelo meu nariz! Quando dei um passo atrás e olhei para cima, lá estava Robert Silverberg - uma estrela de primeira grandeza no céu da ficção científica. Transformara-se, de mero fã, em ótimo escritor, exatamente em zero tempo.

Depois de uns dois meses, muita gente veio dizer-me:

- Olhe para ele, Asimov, e procure, você também, ser um Robert Silverberg algum dia! Matei-os, é claro, um por um!)

Mas era verdade. Você deve estar achando que acabei passando por cima dessas coisas, mas não o fiz. Estava em meu íntimo o cancro de todas as vinganças abortadas, emaranhando-se e roendo-me. Eu não podia esquecer. Algum dia - guarde bem minhas palavras - algum dia chegará o tempo em que ele irá querer erguer-me acima de sua cabeça e pronunciar palavras protetoras!

E EU NÃO QUERO ISSO!

Como se não bastasse, o jovem Robert intensificou seu vicioso comportamento, realizando exatamente o que todo escritor gostaria de realizar.

Imagine! É moreno, bonito e esguio; tem sombrios, brilhantes e profundos olhos, que parecem provar que sob a pele e músculos - para desarmar a gente - existe uma verdadeira alma habilidosa no manejo do escalpelo Já vi muitas mocas caírem em êxtase diante de seu olhar quente-frio, que lhes fora conferido por um momento apenas e depois desviado com indiferença.

Eu, é claro, sou imune a isso; mas quando ele me olha, apresso-me a abotoar o paletó.

Além disso, ele é barbudo. Usa barba, mas não com exagero, apenas a que recomenda seu tino literário. O que lhe confere satânica aparência. Já vi muitas mocas caírem... Não. Já disse isso antes. (Claro que tenho inveja. Sou incrivelmente bonito, mas meu rosto tem uma beleza clara, aberta, honestamente franca, com um nadinha de satânico; apenas o suficiente para inspirar verdadeiros sentimentos fraternais aos corações femininos.)

E, como isso tudo nada fosse, sua conversa não é frívola. Não a dele, que maneja a ironia como um estilete, enterrando-o, sem que a gente o perceba, até o coração. Para ele, de preferência, reserva a magnífica arte de retalhar, tão eficientemente, sem exagerada pressa, rasgando a pele da gente da cabeça aos pés.

Certamente sua taça de iniquidade está repleta!

Ainda não. Que espécie de esposa você acha que esse tipo de escritor deveria arranjar? Uma víbora que lhe desse de volta o que ele tão ricamente prodigaliza com naturalidade.

Bem, mas não é assim. Bárbara Silverberg é uma doce, gentil e lindíssima moça, que satisfaz amorosamente a todos os caprichos de Robert e que acredita em sua aparência indecentemente inteligente! Ela, por sinal, é engenheira.

Naturalmente, tentei várias vezes ficar a sós com ela para esclarecer alguns pontos de engenharia, dos quais necessitava para algumas de minhas obras mais técnicas.

Você deve achar que o jovem Robert procura compreender necessidades de pesquisas como essas... Mas, apesar de toda aparência externa, ele é mais satânico e matreiro do que se pensa! Em todas as ocasiões, permanece sempre entre Bárbara e eu... e toma nota de tudo!

Acho que essa é uma de suas piores características: simplesmente, ele não tem tato!

Seria bem feito para ele se você se recusasse a ler este livro!

Mas, vamos, leia-o! Você verá que é bom. Esse traidor escreve excelentes histórias!


Isaac Asimov, prefácio para a antologia de contos de Robert Silverberg: Rumos aos Mundos do Futuro. (Edameris - 1967)

Isaac Asimov - O Demônio de Dois Centímetros (Azazel)

O DEMÔNIO DE DOIS CENTÍMETROS

Conheci George em uma convenção literária, faz muito tempo. O que me chamou mais a atenção foi a expressão de honestidade e inocência que havia naquele rosto redondo, de meia-idade. Era o tipo de pessoa - pensei - que a gente deixa tomando conta da carteira quando vai dar um mergulho.

Ele me reconheceu pelas fotografias que saem na quarta capa dos meus livros. Cumprimentou-me jovialmente, dizendo que adorava meus contos e romances, o que, naturalmente, me convenceu de que se tratava de uma pessoa inteligente e de bom gosto.

Apertamos as mãos cordialmente e ele disse:

- Meu nome é George Bimnut.

- Bimnut - repeti, para gravá-lo melhor. - É um nome diferente.

- É dinamarquês - explicou -, e muito aristocrático. Descendo de Cnut, mais conhecido como Canuto, um rei dinamarquês que conquistou a Inglaterra no início do século XI. Um dos meus ancestrais era filho dele, nascido do lado errado das cobertas, é claro.

- É claro - murmurei, embora não entendesse bem o que havia de evidente em tal afirmação.

- Ele recebeu o nome de Cnut em homenagem ao pai - prosseguiu George. - Quando foi apresentado ao rei, o monarca perguntou:

""Homessa, este é o meu herdeiro?"

"Não, majestade", disse o cortesão que segurava no coIo o pequeno Cnut. "Ele é um filho ilegítimo. A mãe é aquela lavadeira que Vossa Majestade..."

""Ah! Ainda bem!", exclamou o rei. Daquele dia em diante, meu ancestral passou a ser conhecido como Bemcnut. Apenas por este nome. Herdei-o por sucessão direta, mas com o tempo o sobrenome mudou para Bimnut.

Nesse momento, seus olhos azuis olharam para mim com uma espécie de ingenuidade hipnótica que me impediu de duvidar de suas palavras.

- Quer almoçar comigo? - disse para ele, fazendo um gesto na direção de um restaurante muito enfeitado, que obviamente cobrava preços extorsivos.

- Não acha que ele parece muito vulgar? - observou George. - Talvez a lanchonete do outro lado da rua seja...

- Como meu convidado - acrescentei.

George lambeu os lábios e disse:

- Agora que estou olhando para o restaurante de um ângulo melhor, ele parece ter uma atmosfera aconchegante.

- Está bem, vamos até lá.

Enquanto comíamos, George comentou:

- Meu antepassado Bimnut teve um filho de nome Sweyn. Um típico nome dinamarquês.

- Eu sei - disse eu. - O nome do pai do rei Cnut era Sweyn Forkbeard. Nos tempos modernos, o nome geralmente é escrito Sven.

George franziu a testa e protestou:

- Não há necessidade, meu velho amigo, de ficar se exibindo para mim. Aceito o fato de que você tem os rudimentos de uma educação.

- Desculpe - respondi, sentindo-me envergonhado.

Ele fez um gesto complacente, pediu outro copo de vinho e disse:

- Sweyn Bimnut era fascinado por mulheres jovens, uma característica que todos os Bimnuts herdaram, e fazia muito Sucesso com elas, também... o que parece ser um traço de família. Contam que as mulheres o viam passar e comentavam: "Oh, como ele é lindo!". Ele também era um arquimago. - Fez uma pausa e depois perguntou, muito sério: - Sabe o que é um arquimago?

- Não - menti, sem querer ofendê-lo de novo com meus conhecimentos. - Explique para mim.

- Um arquimago é um grande mago - disse George, com o que me pareceu ser um suspiro de alívio. - Sweyn havia estudado as artes ocultas. Naquela época, isso ainda era possível. As pessoas não eram céticas como hoje em dia. A intenção dele era descobrir maneiras de persuadir as jovens a se comportarem daquela forma dócil e gentil que só faz enaltecer a feminilidade e a deixarem de lado qualquer atitude in-transigente e pouco cooperativa.

- Ah.

- Para isso, precisava de demônios. Descobriu que podia conjurá-los queimando certos arbustos e pronunciando palavras místicas.

- E deu certo, Sr. Bimnut?

- Chame-me de George, por favor. Claro que deu certo. Havia um bando de demônios trabalhando para ele, porque, como costumava observar, em tom queixoso, as mulheres de sua época eram céticas e indelicadas; recusavam-se a acreditar que fosse neto de um rei e faziam observações desairosas a respeito da sua genitora. Depois que um dos demônios entrava em ação, porém, tudo se tornava diferente; elas passavam a compreender que um filho natural é uma coisa muito natural.

- Tem certeza de que o seu antepassado realmente conseguia conjurar demônios, George?

- Tenho, sim. No verão passado encontrei o livro dele de receitas para chamar demônios. Estava em um velho castelo inglês que hoje não passa de uma ruína mas já pertenceu à minha família. Havia uma lista com os nomes dos arbustos, a maneira de queimá-los, as palavras a serem lidas, tudo. Estava escrito em inglês antigo (anglo-saxão, você sabe), mas estou estudando filologia e...

Não pude esconder um certo ceticismo.

- Você deve estar brincando - observei.

George olhou para mim, ofendido.

- Por que pensa assim? Por acaso estou rindo? Era um livro autêntico. Testei as receitas pessoalmente.

E conseguiu um demônio.

- Isso mesmo - declarou, apontando para o bolso de cima do paletó.

- Está ai dentro?

George apalpou o bolso e preparava-se para fazer que sim com a cabeça quando seus dedos sentiram (ou deixaram de sentir) alguma coisa. Olhou para dentro do bolso.

- Ele sumiu - declarou, aborrecido. - Desmaterializou-se. Mas a culpa não é dele. Veio me visitar ontem à noite porque estava curioso para saber como era uma convenção, você entende. Dei-lhe um pouco de uísque com um conta-gotas e ele gostou. Talvez tenha gostado até demais, porque começou a puxar briga com uma cacatua que estava em uma gaiola, perto do bar, chamando-a de nomes horrorosos. Felizmente, adormeceu antes que o pássaro ofendido resolvesse tomar uma atitude. Esta manhã, não estava com uma cara muito boa. Deve ter ido para casa, curtir a ressaca.

Eu me sentia um pouco ofendido. Será que ele esperava que eu acreditasse naquilo?

- Está me dizendo que havia um demônio no bolso do seu paletó?

- Seu poder de dedução é impressionante - disse George.

- Qual é a altura dele?

- Dois centímetros.

- Mas isso é menos que uma polegada!

- Absolutamente certo. Uma polegada tem 2,54 centímetros.

- Quero dizer: que tipo de demônio tem dois centímetros de altura?

- Um demônio pequeno, é claro. Mas, como diz o velho ditado, é melhor um demônio pequeno do que nenhum demônio.

- Depende do tipo de demônio.

- Oh, Azazel {é o nome dele) é um demônio bonzinho. Desconfio que é desprezado pelos colegas, porque se mostra extremamente ansioso para me impressionar com seus poderes. Entretanto, recusa-se a usá-los para me tornar rico, o que não seria nada de mais, considerando que sou seu único amigo terrestre. Não, ele insiste em que seus poderes devem ser usados apenas para fazer o bem a outras pessoas.

- Ora, vamos, George. Esta certamente não é a filosofia do inferno.

George levou o dedo aos lábios.

- Não diga coisas como essa, amigo velho. Azazel fica ria muito ofendido. Ele garante que sua terra é simpática, decente e altamente civilizada, e fala com enorme respeito do governante dele, a quem se refere simplesmente como o Todo-poderoso.

- Ele faz mesmo coisas boas?

- Sempre que pode. Veja o caso da minha afilhada, Juniper Pen...

- Juniper Pen?

- Isso mesmo. Posso ver pela expressão de curiosidade no seu rosto que você está doido para conhecer a história, e , terei muito prazer em contá-la.

Juniper Pen [disse George] estava no segundo ano da faculdade quando a história que vou lhe contar começou. Era uma mocinha doce e inocente, fascinada pelos jogadores do time de basquete, todos rapazes altos e simpáticos.

Entre eles, o que mais lhe atraía a atenção era Leander Thomson, alto, esguio, com mãos grandes, capazes de segurar com facilidade uma bola de basquete ou qualquer coisa com a forma e o tamanho de uma bola de basquete, o que por alguma razão me faz pensar em Juniper. Ele era sem dúvida o objeto dos gritos dela quando se sentava na arquibancada para assistir aos jogos.

Juniper conversava comigo a respeito dos seus sonhos,  porque, como todas as jovens, mesmo as que não são minhas afilhadas, sentia que eu era uma pessoa merecedora de toda confiança. Minha postura digna, mas solícita, convidava a confidências.

- Oh, tio George - costumava dizer -, certamente não é errado sonhar com um futuro para nós dois. Posso ver Lean como o maior jogador de basquete do mundo, como o mais cobiçado de todos os profissionais, como o dono do maior contrato da história do esporte. Não sou muito ambiciosa. Tudo que quero da vida é uma pequena mansão coberta de hera, um pequeno jardim na frente, estendendo-se até onde a vista puder alcançar, uma modesta criadagem, dividida em pelotões, todas as minhas roupas arrumadas em ordem alfabética para cada dia da semana e para cada mês do ano, e... Fui forçado a interrompê-la.

- Meu anjo, existe uma pequena falha no seu plano - disse para ela. - Leander não é um dos melhores jogadores do time. Acho pouco provável que seja contratado por um salário nababesco.

- Isso não é justo! - protestou minha afilhada, fazendo beicinho. - Por que ele não é um dos melhores jogadores?

- Porque é assim que o universo funciona. Por que não se apaixona pelo melhor jogador do time? Ou, melhor ainda, por um jovem corretor de ações de Wall Street que tenha acesso a informações confidenciais?

- Já pensei nisso, tio George, mas gosto mesmo é de Leander. Existem ocasiões em que penso nele e digo para mim mesma: será que o dinheiro é tão importante assim?

- Que é isso, meu anjo! - exclamei, chocado. As meninas de hoje dizem cada bobagem...

- Mas por que não posso ser rica, também! É pedir muito?

Pensando bem, seria mesmo? Afinal, eu era amigo de um demônio. Um demônio pequeno, é verdade, mas com um grande coração. Certamente estaria interessado em colaborar para a consolidação de um amor verdadeiro, em levar a felicidade a duas almas cujos corações bateriam em uníssono enquanto pensavam em beijos mútuos e fundos mútuos.

Quando o chamei, usando a palavra mágica apropriada, Azazel ouviu a história com muita atenção. (Não, não posso lhe contar qual é a palavra. Você não tem nenhum senso de ética?) Como estava dizendo, ele me ouviu com atenção, mas não com a simpatia que eu estava esperando. Admito que o trouxe para a nossa realidade no momento em que tomava alguma coisa parecida com um banho turco, pois estava enrolado em uma pequena toalha e tremia dos pés à cabeça. Sua voz parecia mais fina e esganiçada do que nunca. (Na verdade, não penso que seja realmente sua voz. Acho que ele se comunica comigo por telepatia, mas a voz que imaginei ouvir era fina e esganiçada.)

- Que é basquete? - perguntou. - Algum tipo de esporte? Como se joga?

Tentei explicar, mas, para um demônio, Azazel às vezes consegue ser incrivelmente obtuso. Ficou olhando para mim como se eu não estivesse explicando cada detalhe do jogo com clareza transparente.

Afinal, propôs:

- Será que eu não podia ver um jogo de basquete?

- Claro que pode. Por coincidência, vai haver uma partida hoje à noite. Leander me deu uma entrada. Você pode ir no meu bolso.

- Ótimo - disse Azazel. - Pode me chamar quando for sair para o jogo. Agora, preciso terminar meu zymjig (certamente estava se referindo ao banho turco) - concluiu, antes de desaparecer.

Devo admitir que fico irritado quando alguém coloca seus interesses mesquinhos acima das questões transcendentais em que estou envolvido... o que me faz lembrar, amigo velho, que O garçom parece estar tentando atrair a sua atenção. Acho que quer lhe entregar a conta. Pegue-a, por favor, e deixe-me continuar a história.

Naquela noite, fui ao jogo de basquete levando Azazel no bolso. Para poder ver a partida, ele teve de colocar a cabeça para fora, o que teria causado uma verdadeira comoção se alguém estivesse prestando atenção em nós. Sua pele é vermelha e ele tem dois pequenos chifres na cabeça. Ainda bem que só a cabeça estava de fora, porque sua grossa cauda, de mais de um centímetro de comprimento, é simplesmente repugnante.

Eu mesmo não entendo muito de basquete, de modo que deixei por conta de Azazel entender o que estava acontecendo na quadra. Sua inteligência, embora demoníaca em vez de humana, é bastante desenvolvida.

Depois do jogo, ele me disse:

- Pelo que pude deduzir do comportamento dos indivíduos corpulentos, desajeitados e totalmente desinteressantes que se movimentavam na arena, o objetivo do jogo é fazer aquela bola esquisita passar por dentro de um aro.

- Isso mesmo - concordei. - Isso se chama fazer uma cesta.

- Então seu protegido se tornaria um ás deste jogo estúpido se conseguisse fazer a bola passar por dentro do aro todas as vezes que tentasse?

- Exatamente.

Azazel balançou a cauda pensativamente.

- Isso não deve ser difícil. Preciso apenas ajustar os reflexos do rapaz para que ele possa avaliar corretamente o ângulo, a força do arremesso...

Ficou em silêncio por um momento e depois acrescentou:

- Acontece que eu aproveitei o jogo para registrar o seu complexo de coordenadas pessoais... Sim, pode ser feito... Na verdade, já está feito. Daqui em diante, seu amigo Leander não terá a menor dificuldade para fazer a bola passar por dentro do aro.

Eu estava um pouco nervoso enquanto esperava o jogo seguinte. Não disse nada para minha afilhada Juniper, porque nunca havia recorrido aos poderes demoníacos de Azazel e não estava inteiramente certo de que fosse capaz de fazer tudo que afirmava. Além do mais, queria surpreendê-la. (No final das contas, fiquei tão surpreso quanto ela.)

Afinal, chegou o dia do jogo, e que jogo! A nossa faculdade, a Escola de Engenharia de Buraco Quente, em cujo time de basquete Leander desempenhava um papel tão apagado, estaria enfrentando os brutamontes da Universidade e Reformatório Al Capone, no que prometia ser um combate épico.

Mas ninguém esperava que fosse tão épico. O quinteto da Capone assumiu a dianteira na contagem, enquanto eu observava Leander atentamente. Ele parecia não saber direito o que fazer e a princípio suas mãos deixavam escapar a bola toda vez que tentava fazer uma jogada. Era como se seus reflexos tivessem sido tão alterados que não se sentia mais em condições de controlar os próprios músculos.

De repente, porém, foi como se tivesse se acostumado com o novo corpo. Agarrou a bola e ela pareceu escorregar-lhe das mãos... mas de que forma! Descreveu uma curva no ar e entrou na cesta sem tocar o aro.

     A torcida começou a comemorar, enquanto Leander olhava para a cesta, como se não estivesse entendendo nada.

A cena se repetiu uma segunda vez... e uma terceira... e uma quarta. No momento em que Leander tocava na bola, ela saltava no ar. Depois, descrevia uma curva elegante e entrava na cesta. Tudo acontecia tão depressa que não dava tempo nem para Leander fazer pontaria. Interpretando isso como uma demonstração de perícia, a torcida ficou ainda mais histérica.

Logo em seguida, porém, o inevitável aconteceu, e o jogo se transformou em um caos total. Os aplausos deram lugar às vaias; os alunos mal-encarados que torciam pelo reformatório Al Capone começaram a xingar a torcida adversária e várias brigas irromperam na arquibancada.

O que eu tinha me esquecido de explicar a Azazel, achando que era evidente, e que Azazel não percebera, era que as duas cestas de uma quadra de basquete não eram idênticas, que uma delas era a do time local e a outra dos visitantes, e que cada time tinha de acertar a bola em uma cesta diferente. A bola de basquete, como a lamentável ignorância de um objeto inanimado, se dirigia para a cesta que estivesse mais próxima do local onde Leander a segurara. O resultado era que muitas vezes Leander fazia cestas contra seu próprio time.

Ele continuou a insistir nessa prática suicida a despeito da& advertências que o técnico de Buraco Quente, Fritz Schmitt, mais conhecido como Alemão, proferia através da espuma que  lhe cobria os lábios. Schmitt cerrou os dentes em sinal de tristeza por ter de tirar Leander da partida e começou a chorar quando tiraram seus dedos da garganta de Leander para que o jogador pudesse ser removido da quadra.

Meu amigo Leander nunca mais foi o mesmo. Eu havia imaginado, naturalmente, que ele procuraria refúgio na bebida, tomando-se um bêbado filosófico e respeitável. Isso seria compreensível. Entretanto, ele se degradou mais ainda. Dedicou-se aos estudos.

Diante dos olhos desdenhosos, e às vezes até pesarosos, dos colegas de faculdade, passou a freqüentar as salas de aula, enfiou a cara nos livros e mergulhou nas profundezas sombrias da erudição.

     Mesmo assim, Juniper não o deixou. "Ele precisa de mim", disse-me ela, com os olhos úmidos. Em um gesto de supremo sacrifício, casou-se com Leander logo que se formaram. Continuou com ele mesmo quando desceu até o fundo do poço, adquirindo um ignominioso doutorado em física.

Hoje em dia, ele e Juniper vivem em um pequeno apartamento de subúrbio. Ele ensina física e faz pesquisas na área de cosmogonia. Ganha menos de 60.000 dólares por ano, e aqueles que o conheceram quando era um sujeito respeitável cochicham às suas costas, em tom escandalizado, que está cotado para receber o prêmio Nobel.

Juniper nunca se queixa, mas permanece fiel ao seu ídolo caído. Jamais demonstrou sua decepção, nem por pensamentos nem por atos, mas não pode enganar seu velho padrinho. Sei muito bem que, de vez em quando, pensa com tristeza na mansão coberta de hera que jamais poderá ter e no jardim a perder de vista que permanecerá para sempre fo-ra do seu alcance.

- Esta é a história - disse George, enquanto recolhia o troco que o garçom havia trazido e copiava o valor da conta (para descontar do seu imposto de renda, suponho). - Se eu fosse você - acrescentou -, deixaria uma gorjeta generosa.

Obedeci automaticamente, enquanto George sorria e se afastava. Não me incomodei por ele haver ficado com o troco. Ocorreu-me que George lucrara apenas uma refeição, enquanto eu tinha uma história que podia contar como se fosse minha e me poderia render várias vezes o preço de uma refeição.

Na verdade, decidi continuar a jantar com ele de vez em quando.