sexta-feira, 28 de novembro de 2014

El elefante - Slawomir Mrozek (Cuento)

El elefante - Slawomir Mrozek



Slawomir Mrozek es un renombrado autor teatral, uno de los más conocidos fuera de las fronteras de su país, Polonia. Entre sus obras cabe destacar Tango y El policía, que han conocido un gran éxito mundial y han sido representadas también en los escenarios de nuestro país. Como narrador, Mrozek se apunta a la fantasía y al humor absurdo, siendo comparado en algunos aspectos al checo Kafka. En El elefante, que da título a uno de sus más conocidos volúmenes de cuentos, Mrozek critica, en clave de ácido humor, el acientifismo crónico de nuestros más sesudos estamentos científicos.


El director del Jardín Zoológico ha demostrado ser un advenedizo. Consideraba a sus animales simplemente como peldaños en la escalera de su propia carrera. Era indiferente a la importancia educativa de su establecimiento. En su Zoo la jirafa tenía un cuello corto, el tejón no tenía madriguera y los silbadores, habiendo perdido todo interés, silbaban rara vez y con cierta reluctancia. Estos fallos no deberían haber sido permitidos, especialmente dado que el Zoo era visitado a menudo por grupos de escolares.

El Zoo estaba situado en una ciudad provinciana, y le faltaban algunos de los animales más importantes, entre ellos el elefante. Tres mil conejos eran un pobre substituto para el noble gigante. Sin embargo, a medida que nuestro país se desarrollaba, iban siendo colmados los huecos en forma bien planificada. Con ocasión del aniversario de la liberación, el 22 de julio, se le notificó al Zoo que finalmente se le había asignado un elefante. Todo el personal, devoto de su trabajo, se alegró ante esta noticia, y por consiguiente fue muy grande la sorpresa cuando se enteraron de que el director había enviado una carta a Varsovia, renunciando a la asignación y presentando un plan para obtener un elefante por medios más económicos.

"Yo, y todo el personal", había escrito, "nos damos cuenta de la pesada carga que cae sobre los hombros de los mineros y los obreros metalúrgicos polacos a causa del elefante. Deseosos de reducir costos, sugiero que el elefante mencionado en su comunicado sea reemplazado por uno realizado por nosotros mismos. Podemos construir un elefante de goma, del tamaño correcto, llenarlo de aire y colocarlo tras una cerca. Será cuidadosamente pintado con el color correcto y hasta de cerca resultará indistinguible del verdadero animal. Es bien conocido que el elefante es un animal lento y pesado, y que ni corre ni salta. En el cartel de la cerca podemos indicar que este elefante en particular es especialmente lento y pesado. El dinero ahorrado de esta manera podrá ser dedicado a comprar un avión a reacción o a conservar algún monumento religioso.

"Le ruego humildemente que tenga en cuenta que tanto la idea como su ejecución son mi modesta contribución a la tarea y lucha comunes.

"Quedo, etc."

Este comunicado debió llegar a algún burócrata sin alma, que contemplaba sus tareas en una forma puramente mecánica, y que no examinó la trascendencia del asunto sino que, siguiendo únicamente las directrices acerca de la reducción de gastos, aceptó el plan del director. Al tener noticia de la aprobación del Ministerio, el director dio órdenes para que se confeccionara el elefante de goma.

Este iba a ser hinchado de aire por dos empleados que soplarían por extremos opuestos. Para mantener la operación en secreto, el trabajo se realizaría durante la noche, pues los habitantes de la ciudad, habiendo oído que iba a llegar un elefante al Zoo, estaban ansiosos por verlo. El director insistió en dar prisas, además, porque esperaba un premio, si su idea resultaba ser un éxito.

Los dos empleados se encerraron en un cobertizo que habitualmente albergaba un taller, y comenzaron a soplar. Tras dos horas de duros esfuerzos, descubrieron que la piel de goma apenas se había alzado unos centímetros sobre el suelo y que la masa no se parecía en lo más mínimo a un elefante. Transcurría la noche. En el exterior, las voces humanas se habían acallado y solo los gritos de los chacales cortaban el silencio. Exhaustos, los empleados dejaron de soplar y se aseguraron de que el aire que ya estaba en el interior del elefante no se escapase. Ya no eran jóvenes y no estaban acostumbrados a este tipo de trabajo.

-Si seguimos a este ritmo -dijo uno de ellos-, no acabaremos antes de la mañana y, ¿qué es lo que le voy a decir a mi señora? Nunca me creerá si le digo que he pasado la noche hinchando un elefante.

-Tienes razón -admitió el segundo empleado-. El hinchar un elefante no es un trabajo que se dé todos los días. Y todo porque nuestro director es un izquierdista.

Siguieron soplando, pero después de otra media hora se sintieron demasiado cansados como para continuar. El bulto en el suelo era mayor, pero aún seguía sin tener la forma de un elefante.

-Cada vez resulta más difícil -dijo el primer empleado.

-Sí, es un trabajo cuesta arriba -convino el segundo-. Descansemos un poco.

Mientras estaban descansando, uno de ellos se fijó en una tubería de gas rematada por una espita. ¿No podrían llenar el elefante con gas? Se lo sugirió a su compañero.

Decidieron intentarlo. Enchufaron el elefante a la cañería de gas, abrieron la espita y, para su alegría, vieron como a los pocos minutos se alzaba un animal de buen tamaño en el cobertizo. Parecía real: el enorme cuerpo, patas como columnas, grandes orejas y la inevitable trompa. Movido por su ambición, el director se había asegurado el tener en su Zoo un elefante verdaderamente grande.

-De primera clase -declaró el empleado que había tenido la idea de usar el gas-. Ahora ya podemos irnos a casa.

Por la mañana, el elefante fue trasladado a un lugar especial, muy céntrico, junto a la jaula de los monos. Colocado frente a una gran roca verdadera, parecía imponente y magnífico. Un gran cartel proclamaba: "Particularmente lento y pesado. Apenas si se mueve."

Entre los primeros visitantes de aquella mañana se hallaba un grupo de niños de la escuela local. El maestro que los tenía a su cargo planeaba darles una lección acerca del elefante. Detuvo al grupo frente al animal y comenzó:

-El elefante es un mamífero herbívoro. Por medio de su trompa arranca arbolillos y se come sus hojas.

Los niños estaban contemplando al elefante con embelesada admiración. Esperaban que arrancase un arbolillo, pero la bestia permanecía quieta tras la cerca.

-...el elefante es un descendiente directo del ya extinto mamut. Por consiguiente, no es sorprendente que sea el más grandes de los animales terrestres hoy vivos.

Los alumnos más conscientes estaban tomando notas.

-...solo la ballena es más pesada que el elefante, pero la ballena vive en el mar. Podemos decir, con toda seguridad, que en tierra firme el elefante reina supremo.

Una suave brisa movió las ramas de los árboles del Zoo.

-...el peso de un elefante adulto es de tres y media a cinco toneladas.

En aquel momento, el elefante se estremeció y se alzó en el aire. Por unos segundos flotó a poca altura sobre el suelo, pero una ráfaga de viento lo arrastró hacia arriba hasta que su gigantesca silueta quedó recortada contra el cielo. Durante un corto espacio de tiempo, la gente pudo ver desde abajo los cuatro círculos de sus patas, su abultada tripa y la trompa, pero pronto, impulsado por el viento, el elefante voló sobre la cerca y desapareció por encima de las copas de los árboles. Los asombrados monos se quedaron mirando al cielo desde el interior de su jaula.

Hallaron al elefante en el cercano jardín botánico. Había aterrizado sobre un cactus y había pinchado su piel de goma.

Los escolares que habían contemplado la escena en el Zoo pronto comenzaron a descuidar sus estudios y se convirtieron en gamberros. Se dice que beben licores y rompen ventanas. Y ya no creen en los elefantes.


Elefantti, ©1957 by Slon. Traducido por Sebastián Castro en La ciencia-ficción europea, relatos de ciencia ficción presentados por Domingo Santos, biblioteca básica de ciencia ficción 9, Ediciones Dronte, 1982.
Edición digital de Elfowar y Umbriel
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